sábado, 25 de abril de 2009

La verdadera metafísica del Mundo


Se sugiere en muchas publicaciones la idea de lo “aparente” de la ciencia en tanto que no es en sí misma nada más que un “modelo” de la realidad. Se sugiere que la verdadera búsqueda es una búsqueda metafísica al estilo de los antiguos filósofos griegos que redujeron el mundo a elementos, ideas,... que pretendían ser en sí mismos la “realidad”.

Para tener clara nuestra forma de investigar el mundo en todos sus aspectos debemos hacer frente a dos obviedades. La primera es que la información que recibimos es sensorial, son imágenes, sonidos, gustos, tactos y olores de lo que hay ahí afuera, son pequeñas porciones de información que el mundo nos devuelve. Está claro que las cosas no son lo que se ve, se oye, se palpa, se huele o se saborea de ellas; pero la cuestión no es esa. La segunda obviedad se reduce, pues, a la consideración de nuestras propias limitaciones porque, ¿qué es algo que no se ve, que no se puede tocar, ni oler, ni oir, ni saborear? Puede que exista, pero a nuestros sentidos es NADA.

Esta limitación es bien conocida por los racionalistas que propusieron entonces que la verdad no viene de “fuera” sino de “dentro”. Esto es: puedo encontrar la “verdad” sin recurrir a las “imágenes” que obtengo del mundo a través de mis sentidos. La lógica explica el mundo, según ellos. Sin embargo en este sentido también estamos limitados pues: si A es B y C es B entonces C es A, pero cuando las variables se tornan tan infinitas como lo son en el mundo en el que nos ha tocado vivir la mente del hombre no es capaz de dar de sí. Luego está la pega de que hay que ver si eso corresponde con la realidad y, de nuevo, tenemos que capear con nuestros sentidos. Ya dijo Kant que la razón pura no es suficiente; pero aunque lo fuera y razón y experiencia nos dieran una solución final, está la incapacidad para darlo a conocer a los demás pues, a modo de equipararlo, si un genio descubriese la verdad del mundo y para él esa verdad fuese tan simple como A es C, ¿cómo podría enseñársela a un asno? Hay cosas que muchos no podemos en su complejidad comprender.

Por otro lado uno descubre que la “lógica” tiene varios niveles de aumento. Aunque pudiéramos dilucidar todo el mecanismo físico y nervioso que tiene lugar en nuestro cuerpo, con enzimas y su composición, a nivel atómico y molecular con una secuencia lógica aplastante que nos devuelva un resultado que no da lugar a dudas ni refutación y que viniese a explicar por qué cuando nos atizan un mamporro tenemos una necesidad imperiosa de devolverlo, uno se plantea si eso era algo que no parecía ya bastante “lógico” (aunque hubiésemos tenido que esperar siglos o quizá milenios de ciencia, razonamiento o filosofía para saberlo de “verdad”).

Más allá uno se plantea (porque en este mundo a casi todo ya se le han dado muchas vueltas) si esa verdad importa, si es útil. La verdad es que hay mucho conocimiento detrás de nosotros, tanto como para pensar que podemos controlarlo todo o podemos siquiera leerlo o conocerlo en su totalidad. En ese sentido el utilitarismo es una corriente “falsa” (no lo niego) pero es “útil”. No discuto que, por ejemplo, los coches que se hacen hoy en día son mucho más ineficientes e incómodos que los que disfrutarán nuestros hijos o nietos pero no podemos por ello desecharlos y morir esperando el coche ideal (porque a lo mejor no existe o esa idoneidad depende de las circunstancias). Al utilitarismo no le importa la universalidad porque además si uno vuelve la vista atrás no puede sino dilucidar todo el daño (¿innecesario?) que han hecho las ideas absolutas a lo largo de la historia. A mi no me importa que lo mio sea “menos lógico” que lo que está por venir, al contrario lo que deseo es que las cosas que cambien lo hagan hacia esa “lógica superior”.

Quien lograse la hazaña de hallar esa verdad absoluta (esa “logica superior”) quizá lograría el reconocimiento del mundo entero (si es capaz de hacérsela comprender....) o quizá, por qué no, su destrucción... Quizá no existe aunque esa sea la afirmación más fácil de hacer. Pero las cuestiones que planteo son otras: ¿existe? ¿qué hacemos mientras no poseemos ese conocimiento absoluto? ¿nos matamos? ¿nos amamos? ¿escogemos una al azar?... Que cada cual medite lo suyo y extraiga sus conclusiones...

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