
Groucho Marx se hizo inscribir esa frase en su lápida como un gesto de consecuencia. Como él, cada cual alberga en su mente unas líneas, mas o menos claras, que resumen las cosas más representativas que ha sido o hecho en la vida. Predominan los “recuerdos de la mujer o el marido, los hijos los nietos,...”; lo cual nos lleva a pensar que la mayoría de nosotros llevamos una vida dedicada a la familia y que ella es lo más representativo de nosotros mismos.
Podemos dar una vuelta más de tuerca al asunto y extraer nuevas conclusiones. Así, por ejemplo, podemos poner en boca de Groucho esta otra frase (sin duda menos ingeniosa que la suya): “la vida hay que tomársela con humor”; o en la de la mayoría “mi familia ha sido para mí lo más importante”. Estas ideas marcan las directrices de aquel punto de vista que uno ha mantenido en su día a día; quizá porque uno no escribiría (a no ser que haya obtenido algún logro por ello): “He sido un apasionado mecánico de coches” aunque con ello quiera decir: “Uno debe persistir en sus sueños a pesar de que sólo te respalde ese deseo”.
Si hiciéramos el esfuerzo de imaginar una frase que defina nuestra experiencia de vida quizá saldríamos de la apatía y descubriríamos por que amamos tanto lo que amamos y rechazamos aquello que nos hace infelices. La madurez, sin duda, es alcanzar ese estado de cosas en el que encontramos motivos para rehacernos de nuestros fracasos, solamente porque son vicisitudes que aparecen en el camino que nos lleva a realizar aquello que realmente deseamos.