viernes, 20 de junio de 2008

El mejor de los mundos


Esta afirmación fue enunciada y justificada por Leibniz. Uno puede estar tentado a pensar que el idealismo más puro rechaza la imperfección que supone el mundo en sí y la manera que tenemos de conocerlo a través de los sentidos. En Leibniz esta perspectiva se da de buces con esta afirmación. La "imperfección" forma parte de la "perfección" porque sin la primera no existiría la segunda. A modo de ejemplo: para experimentar el placer que supone beberse un vaso de agua antes ha de haberse sentido sed. Esta idea no deja de resultar paradójica porque, claro está, la sensación más placentera de satisfacción procede de la mayor de las necesidades.

Cuando el hombre trata de reducir el mundo a lo simple o a lo genial, se estrella en la complejidad que el mundo en sí le devuelve. Esta es la base de la "crítica de la razón pura" de Kant. El hombre no es capaz de explicar el mundo únicamente a través de la razón; necesita la experiencia. Esta dicotomía es, desde mi punto de vista, una aportación fundamental de su filosofía.

La cuestión de los grandes filósofos no es, a mi gusto, interpretar la veracidad de sus trabajos sino comprender sus repercusiones. Platón, Kant, Locke, Rousseau o Nietszche tienen mucho en común. Partiendo de la metafísica alcanzar una visión del mundo que les permite obtener una visión del hombre, que a su vez induce una visión de como éste debiera vivir. Por ejemplo: si consiguiésemos demostrar que dios existe, de esa ida metafísica surgirían entonces otros hilos de pensamiento (como los de San Agustín) que darían lugar a una explicación del mundo (creacionista) y que a su vez induciría una forma de vida (católica). Ésta es la clave y de hecho el gran problema es que los seres humanos no estamos de acuerdo en cuanto a cuál es la metafísica del mundo. El principio es importante y de él Leibniz extrajo uno de los argumentos que utilizó para tratar de demostrar la existencia de Dios (argumento de la causa primera). Todas estas grandes fuentes de pensamiento influyeron en su tiempo de forma muy significativa (hasta el punto que llega a afirmarse que el holocausto, por ejemplo, se sustenta en la filosofía de Nietszche)

¿Cual es la verdad? Esta es la eterna pregunta. Si asumimos que nadie la puede conocer debemos extraer el debate metáfisico a la hora de formarnos una idea del hombre. ¿Por qué estamos aquí? parece una pregunta demasiado importante como para responderla a la primera. ¿Dios nos creo?, ¿somos fruto del azar?, ¿somos sombras en una caverna?, ¿agrupaciones de mónadas?,... Asumamos, como dice Kant, que a falta de experiéncia no podemos alcanzar conclusiones por medio de la razón. Por tanto sólo cabe una realidad razonable: estamos aqui (pienso luego existo, somos sombras, mónadas,...), hay más como nosotros, convivimos, hay necesidades, surgen conflictos y situaciones que afrontar. Sigamos indagando en nuestro origen por si algún día descubrimos que realmente deberíamos matarnos unos a otros para dar sentido a nuestra existencia; pero hoy por hoy la experiencia dice que la cooperación, la toleráncia y la solidaridad son las posturas más razonables. En este sino, por desgracia y en contra de lo que al ser humano más le gusta (la universalidad), debemos admitir que ninguna aseveración es correcta si no va acompañada de la experiencia (de verificar que ello cumple con lo que percibimos). Por este motivo el hombre debe renovar constantemente su criterio mediante el diálogo, la razón y la experiencia.

El mejor de los mundos no creo que justifique el dolor como medio para experimentar el placer que supone no sentir dolor. Tampoco lo imagino bajo la sombra de un ser omnipotente, ni justificado por ideologías basadas en lo absoluto o en lo intangible. Cuando uno tiene hambre no quiere escuchar promesas de futuro ni explicaciones, desea algo que llevarse a la boca. Ésta es la gran imperfección del hombre. Asume que la visión que tiene del mundo es la correcta aun a pesar de que constantemente el mundo le devuelve claros mensajes diciendo "¿desde cuando son así las cosas?". Por esto, no hay que a decantarse hacia ninguna postura política, ideológica o filosófica que no respalde (o tenga como objetivo corresponder) con la experiencia sus afirmaciones. La afirmación "solo han de preocuparnos nuestros asuntos" debe ir respaldada por la circunstancia de que obrar de esa manera me resulte, efectivamanete, más ventajoso que interesarme tambien por los problemas de los demás. Si no es esí como ocurren las cosas, lo que deberíamos plantearnos es que esa idea es en realidad incorrecta en lugar de tratar de imponer a la realidad del mundo el corresponder con nuestras ideas.

Esta es, sin duda, una visión muy práctica de la vida. Hemos de admitir no buscar la universalidad, desechar la idea de asumir una metafísica del mundo en la que no podemos confiar; sobre la que no podemos basar nuestros pensamientos, normas o estilo de vida. No podemos hacer una valoración de las mónadas, la caverna de Platón, la existencia de Dios... porque como concluye Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, hay que callar" y puesto que no se puede hablar de ello, dejemos de poner esas ideas como justificación de nuestros pensamientos o nuestros actos.

martes, 17 de junio de 2008

Sexo, emocionalidad y necesidad

Desde un punto de vista puramente racional, el ser humano ha optado por habitar en sociedades basadas en normas que las regulan. Desde el punto de vista emocional las "normas" o las "directrices" por las que se rige el ser humano no parecen tan claras, definidas ni generalizadas. La psicología ha tratado desde sus inicios de identificar cuáles son (emocional o interiormente hablando) las cosas que nos motivan. Para Freud puramente esta motivación procedia del instinto sexual; todo se reduce al sexo, al deseo carnal. No es dificil interpretar esta visión de la psicología cuando uno se percata de que en la época de Freud, el sexo era algo encuadrado dentro del matrimonio. Se trataba pues de una época puramente emocional; las sensaciones "fuertes" provenían de las miradas furtivas, las cartas de amor, una flor, un simple beso en la mejilla y en definitiva de cosas de las que hoy nos causarían más risa que emoción. El sexo fuera de todo esto era un tabú, algo de lo que no se hablaba, que uno deseaba pero que solo podía imaginar, algo que hace que resulte lógico el hecho de que Freud pensase que todos nuestros pensamientos inconscientes se refieren a él.

Fuera del mecanismo que llevó al padre de la psicología moderna a pensar lo que pensaba, debemos quedarnos con la abstracción que supone el hecho ver el problema desde fuera y con cierta perspectiva. Hoy la situación es la contraria: el sexo es algo accesible desde una edad bien temprana, sin embargo estamos exentos (en algunos casos) de emocionalidad. Es lógico por tanto que autores como Cóleman afirmen que en el terreno psicológico la cuestión de fondo (en vez del sexo) es una cuestión emocional. Yo definitivamente no creo que esa sea la respuesta. Coleman basa sus conclusiones en diversos estudios (al igual que Freud) pero si bien no creo que sirvan para ir más allá que para decir que en nuestro tiempo hay una carencia de emocionalidad y que las personas que están emocionalmente más definidas tienen mayor exíto personal y social. De la misma manera podría Freud afirmar que quien posee una vida sexual satisfactoria es una persona más plena. El hecho de que acierte con un diagnóstico generalizado en la actualidad (al igual que Freud en el suyo), no quita que esa idea vaya a ser siempre válida.

El transfondo de la cuestión es a mi juicio el que propuso Maslow. Lo que mueve al ser humano es la necesidad, la dependencia. En este sentido quizá Freud estuvo más acertado. Las necesidades enfocan nuestros objetivos; desde las más primarias (comer, respirar, el sexo,...) hasta las más complejas (la aceptación social, la emocionalidad,...) según estas se van satisfaciendo por el orden de importancia que cada cual les da (en este punto difiero de su pensamiento pues creo que el ser humano es capaz de modificar la importancia relativa que otorga a sus necesidades). Inteligencia emocional es a mi gusto un término excesivamente idealizado (al igual que afirmar que todo en el hombre se reduce al sexo). Creo que el ser humano, al igual que los animales, persigue la satisfacción de sus necesidades (algunas innatas y otras creadas por él mismo), metas que sin duda alcanzan aquellos que, en todos los sentidos, están mejor preparados.

martes, 10 de junio de 2008

¿Participar o mirar?


La crítica es un producto del conocimiento. Es en numerosas ocasiones fruto de nuestra opinión más que de la evidencia; pero también esa opinión está en cierto modo basada en la experiencia. Por esto, en general, la crítica es constructiva en todo caso ya que sirve para poner de manifiesto facetas de un mismo tema que quizá no se hubieran percibido de otra manera. Si uno tiene una idea pero no la expone al criterio de los demás por miedo a la crítica, la idea muere y pierde todo su valor. Aun los pensamientos equivocados dan pie a otras personas a buscar explicaciones o a modificarlas para dar forma a grandes cosas.

Participar solo reviste un "inconveniente": la curiosidad, la avidez de conocimiento. Uno debe desear saber del mundo, entender como funciona el mundo. Muchos deseamos el fin de la crisis económica, por ejemplo, pero ¿cuántos conocemos o podemos aportar alguna medida para hacerle frente? Solo podemos mirar (o quejarnos). Ese es el peligro que reviste el desconocimiento y es que uno es manipulado porque, a falta de criterio propio, solo puede decidir si confía o no en la opinión de aquellos que sí tienen conocimientos en torno al tema. Si uno no puede participar en un tema que considera importante debería indagar en él, formarse un criterio propio y tratar de ver el problema con otra perspectiva que la de pensar que tarde o temprano todo vuelve a la normalidad porque a veces eso no ocurre.

Mirar no sirve en muchos casos y muchos aspectos. Uno puede postergarlo pero a todos nos llega el momento de "entrar al trapo", de enfrentarnos (desde dentro) a situaciones que nos son desconocidas, situaciones para las que no nos hemos forjado un criterio. Entonces nos convertimos en espectadores de nuestra propia vida y tratamos de obtener opiniones para superar nuestras propias crisis. En esos casos, muchas veces, la decisión final no proviene de nosotros mismos, no hemos llegado a entender nuestros propios problemas.

Poder participar, poder arrojar opiniones propias es un síntoma de salud personal y social, que va más allá de la libertad de expresión (digo esto porque no sirve de nada ser libre para expresarse si no se tiene ninguna opinión que verter). El mundo y las personas necestitamos nuevas opiniones para dar solución a los problemas que padecemos. El mundo, la sociedad, las familia y nosotros mismos necesitamos conozcer a fondo nuestros problemas, conocer cuales son sus causas y ser capaces de opinar en torno a cuáles deben sus soluciones.

Sin duda participar.