sábado, 20 de marzo de 2010

Los orígenes del criterio: la decisión


Finalmente y aunque uno no tenga muy claras las cosas, tiene que vivir; tiene que tomar una decisión. La meta nos impone esa necesidad de hacerlo, como veíamos anteriormente. Sin embargo tomar una decisión acertadamente exige poseer un criterio.

El criterio es una visualización acertada de la realidad; es la interpretación que hacemos de la verdad, de los hechos. Para comprender esto me valdré, una vez más, de un ejemplo. Imaginemos que vamos conduciendo un coche detrás de un camión muy lento. Las verdades que podríamos conocer en este caso son diversas. Si no sabemos que un coche es más rápido que un camión, llegaremos a nuestro destino mucho más tarde de lo que podríamos haber llegado. Por contra, si sólo supiésemos que un coche es más rápido que un camión podríamos adelantar en un lugar indebido y tener un accidente. Sin embargo, el que sabe que un coche es más rápido que un camión, que sólo se debe adelantar en lugares seguros, que acortando la marcha se gana en la capacidad de aceleración (acortando el tiempo del adelantamiento), que sobre mojado el coche desliza con más facilidad, etc... es capaz de vislumbrar la realidad de las circunstancias de una manera muy distinta.
El criterio no depende en ningún caso de si conducimos un coche de altas prestaciones o un modelo más básico; sólo cambia la verdad de las circunstancias. Un montañero experimentado podría desenvolverse en la montaña perfectamente aunque llevara zapatos en vez de botas. Por contra una persona inexperta podría verse abocada al desastre aunque estuviese equipada con la mejor vestimenta. Como suele decirse “El hábito no hace al monje”.

Cada verdad que descubrimos y experimentamos, nos hace ascender un peldaño y ver el mundo desde otra perspectiva. Somos capaces entonces de comprender el por qué de la pauta, el por qué de llevar botas al monte y no zapatillas de andar por casa. Sin embargo, a pesar de poseer esa verdad, llegar a la cima requiere un conocimiento más amplio y enfrentarse a problemas donde la pauta ya no sirve. Sólo se tienen entonces como armas las verdades que hayamos podido aprender y el criterio es la interpretación que hacemos de las mismas. La decisión es el fruto de ese análisis. Uno debe considerar que los riesgos que asume no dependen de si finalmente escoge su propio criterio o la pauta. Así, un montañero que se enfrenta a una ventisca no se salvará por llevar botas, ni por saber lo que dice el manual que se debe hacer en esos casos. Tampoco el conductor que decide adelantar se salvará de un accidente por hacerlo con línea discontinua. Ese es el riesgo de tomar una decisión y tanto si eligen la pauta como su propio criterio, el montañero y el conductor se están jugando la vida. Personalmente prefiero, cuando mi verdad me lo permite, tomar mis propias decisiones.

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