lunes, 28 de septiembre de 2009

Hacia una idea de responsabilidad


La responsabilidad es un concepto que abarca varios aspectos. El primero y quizás el más importante, es el de la consciencia (que no conciencia). La consciencia de nuestros actos y circunstancias. Esto es, por ejemplo, saber que la pistola mata, que vamos a 180Km/h, que la billetera no es nuestra, que no tengo preservativo,… El siguiente paso para determinar nuestro grado de responsabilidad es el juicio moral que emitimos para enfrentarnos a esas circunstancias. Saber que, en principio, lo “correcto” es no disparar, levantar el pie del acelerador, no coger lo que no es nuestro, usar preservativo,…. Si finalmente y a pesar de ser consciente de ello, uno termina por hacerlo se debe analizar de qué manera las circunstancias han podido (o no) forzarnos a actuar de esa manera. Esto supone discernir si disparábamos para defendernos, conducíamos rápido por una emergencia sanitaria, robábamos porque estábamos pasando necesidad, no teníamos información sobre el uso de anticonceptivos,…

Atendiendo a este razonamiento, educar en la responsabilidad sugiere la necesidad de discernimiento y no solo del aprendizaje para ser consciente de los hechos o de la pauta moral con la que uno debe enfrentarse a ellos. Si finalmente las circunstancias de la vida nos llevaran a pasar por el aro, debemos ser conscientes de que la irresponsabilidad pudiera haber sido no haber corrido un poco más rápido o no habernos informado mejor.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Pensamiento evolutivo


Quizá este sea para mí, a título personal, uno de los temas más recurrentes. Y lo es porque, creo, que antes de comenzar cualquier diálogo debemos dejar claro cuáles son nuestra postura y su fundamento. Esta cuestión no es nada trivial y constituye todo un debate en sí misma, pues clarificar estas posturas supone sacar a la luz las bases de nuestro propio parecer.

Como hemos planteado en otras entradas, abordar este tema resulta harto complicado. Nuestra ideología y, por tanto, nuestro proceder, se sustenta sobre ideas que no podemos o resulta extremadamente complejo verificar. La existencia de Dios, por ejemplo, o hechos históricos confusos, experiencias erróneas,... Todo ello constituye el fundamento de algunas (o todas) partes importantes de nuestra conducta y forma de actuar.

La cuestión que surge inmediatamente después es la siguiente: ¿qué ocurre cuando mis ideas trascienden o interfieren con la de los demás? Este tema también lo hemos abordado en varias ocasiones y surgían soluciones como: “Si todos pensamos lo mismo el problema desaparece”. Pero el inconveniente de esta creencia es que, si todos estamos equivocados nos avocamos a un estrepitoso final. Vemos aquí la necesidad de la diversidad, de permitir que se produzca una selección natural de las ideas, de evitar la imposición (pensamiento radical) y adherirnos a aquellas formas de proceder que tengan más posibilidades de éxito. La diversidad es, por tanto, tremendamente deseable al igual que, en ese mismo sentido, lo es la tolerancia hacia las distintas posturas, hacia todo aquello que es capaz de lograr que coexistan distintas formas de pensamiento.

Si no poseemos esa medida de respeto hacia los demás, quizá debiéramos administrarnos cierta dosis de inseguridad, de duda. Sócrates decía: “solo sé que no se nada”. Creo que tener ideas es algo muy positivo, muy importante, casi tanto como tener el discernimiento suficiente para saber seleccionarlas.