domingo, 22 de marzo de 2009

¿A quien le corresponde?


Las decisiones llevan intrínsecamente asociadas a ellas la necesidad de que alguien las tome. La cuestión que planteo, pues, en torno a esta aseveración es (precisamente): ¿A quien le corresponde?

Esta pregunta no es nada trivial y es por contra el origen de muchas de las controversias morales que se nos plantean hoy en día. La eutanasia, el aborto, la pena de muerte o la guerra son algunas de ellas pero hay muchas otras. La característica común a todas ellas es simple pero muy difícil de vislumbrar claramente y es su marcado carácter metafísico. Este viene impreso en el hecho de que para dar respuesta universal a todas ellas primero han de resolverse cuestiones como: ¿qué es la vida? ¿donde empieza el ser humano? ¿que es la toleancia?...

En posts anteriores hemos tratado este tema muy a fondo (Vease: “Moral basada en la experiencia” o “Emulando a Russell” entre otros). El problema de fondo como ya hemos visto es la imposibilidad de llegar a un acuerdo en torno esas preguntas. El siguiente paso es considerar que, a pesar de no poder llegar a un acuerdo, esas cuestiones siguen necesitando una “respuesta” a nivel social y de nuevo: ¿a quién le corresponde? Wittgenstein afirmaba en su tractatus que “de lo que no se puede hablar hay que callar” y desde mi punto de vista esta es la postura más sensata. Como también concluimos en otros posts hemos de extraer el debate metafísico de la resolución de estas cuestiones y fijarnos solamente en lo que dice la experiencia que es “bueno”. Por tanto a la pregunta anterior debemos contestar: “La decisión le corresponde a una acertada interpretación de la experiencia”.

No debemos, en cuestiones que excedan del terreno metafísico al real, aceptar interpretaciones basadas en nada que no sea la experiencia. Por mi parte me siento un acérrimo defensor de esta afirmación pues todo lo que no es experiencia se convierte en azar, un juego que puede salir bien o salir mal...

2 comentarios:

José Luis Ferreira dijo...

Saludos, Juanma,

Preguntas a quién corresponde, pero respondes con un cómo (con qué). Cada cual tendrá su interpretación de la experiencia y habrá quien quiera añadir cosas que le diga su propio raciocinio. Podemos preguntarnos y debatir entre nosotros cuál es la mejor manera de llegar a conclusiones sobre temas de moralidad. Pero a la hora de tomar decisiones tendremos que usar un mecanismo imperfecto para agregar las preferencias individuales. Podemos votar directamente, a programas políticos, delegar en el partido, en el sumo sacerdote, ... Las decisiones en democracia abierta me gustan más.

Anónimo dijo...

Hola Jose Luis. Si, efectivamente y en una primera instancia todo tiende a percibirse de esa manera "interpretativa" que tu dices, pero personalmente opino que la experiencia no deja mucho lugar a la duda. Es posible que soluciones que se aporten para resolver una misma cuestión no sirvan para sociedades distintas, pero en todo caso es la "práctica" la que finalmente demuestra si es o no válida. Lo que no podemos admitir, a mi jucio, es tratar de imponer a la realidad de las cosas una interpretación subjetiva o especulativa.

En cuanto a quien toma las decisiones, personalmente prefiero que sean aquellos que tienen el conocimiento necesario. Si, por ejemplo, la salida de la crisis dependiera de la mayoría de nosotros, creo que el sistema derivaría al cataclismo, porque daríamos sin duda palos de ciego a una situación que cada vez iría a peor. Creo que cada cual debe opinar una vez que ha forjado un criterio sólido.

Gracias por participar. Un saludo. Juanma.