miércoles, 21 de octubre de 2009

Prohibido


Reflexionemos un poco en esta ocasión sobre la idea de “lo prohibido”. Desde mi punto de vista la prohibición no debe entenderse como un instrumento de adoctrinamiento; debe más bien observarse desde un punto de vista utilitarista. Prohibir no sirve para infundir ideologías, es útil para solucionar problemas concretos y siempre y cuando éstos problema persistan.

Esta idea parece difícil de discernir, pero no lo es tanto si nos servimos de un ejemplo concreto. Si por una calle sólo cupiese un coche, sería de gran utilidad prohibir uno de los sentidos para que no se colapsase. Si pasado el tiempo la calle se ensanchase y pudieran pasar dos coches, la prohibición dejaría de tener sentido y sería más útil que dejara de existir.

Imaginemos ahora que la prohibición persiste aun a pesar de no tener sentido. Habría entonces una gran cantidad de individuos que violarían la norma porque la considerarían absurda o lo harían inconscientemente por no creer estar obrando mal. Esta es la distorsión que produce una prohibición cuando no persigue dar respuesta a un problema concreto sino que trata de imponer un punto de vista concreto. La prohibición obliga a todos (innecesariamente) a mirar en el mismo sentido.

Si por contra la prohibición desaparece, también lo hace el anterior problema. Quienes estaban a gusto yendo en un sentido puede seguir haciéndolo porque los que vienen en sentido contrario no le van a molestar. Por contra aumenta la libertad de aquellas personas a las que le sí que les venía mejor ir en sentido contrario.

Como conclusión podríamos decir que, antes de imponer nuestra forma de pensamiento y tratar de hacer extensiva una prohibición al resto, antes de pretender limitar sus libertades, hemos de analizar si ello verdaderamente soluciona el problema o si limita el ejercicio de nuestra propia libertad.