viernes, 6 de febrero de 2009

¿Economía o sociedad?


Desde el punto de vista familiar uno es capaz de percibir esta dualidad de una forma mas o menos clara. Está claro que la prosperidad del núcleo familiar está supeditada en una primera instancia a que sea económicamente soportable. Esto es, si los ingresos son inferiores a los gastos y no hay forma de salvar esta situación, el núcleo familiar tiene muchas probabilidades de ser problemático o incluso de fragmentarse.

Por otro lado está la cuestión de la obligación moral. Como padres, independientemente de la economía, estamos obligados moralmente a hacernos cargo de los hijos, proporcionarles alimento, vestimenta y educación hasta que sean capaces de valerse por si mismos.

El problema radica precisamente en esta circunstancia: ¿Que hacer cuando se tienen responsabilidades pero no se tiene dinero? Haciéndolo extensible a los Estados cabe la duda al dar prioridades a una u otra y dar respuesta a los interrogantes: por qué y cuándo.

La solución desde mi punto de vista no es tanto dar respuesta a la anterior pregunta, sino más bien plantearse otra que nadie suele hacerse y es: ¿Que hacer cuando voy bien económicamente y no tengo excesivas responsabilidades? En mi modesta opinión, aquí reside el quid de la cuestión. Puesto que la sociedad reclama ayuda cuando la economía va mal, es lógico prestar atención a esta circunstancia y preservar un cierto nivel de austeridad cuando económicamente uno se encuentra bien como forma de prevención. Imponerse un cierto nivel de autocontrol en torno a estas cuestiones es sin duda un paso adelante en el desarrollo sostenible de la sociedad, a la vez que una forma de autoprotección frente a un tipo de incidencias como puede ser la crisis que hoy en día padecemos.

jueves, 5 de febrero de 2009

Lo que aprendí de mis padres


No estoy de acuerdo en considerar que toda la educación que he recibido proviene de mis padres. Por otro lado, no creo en modo alguno que yo esté de acuerdo al cien por cien con todas las ideas que ellos profesan y muchas veces me consta que entre ellos mismos tampoco están de acuerdo en otras tantas.

Este hecho, lejos de ser perjudicial, es sin duda y por contra muy deseable. La educación no debe basarse en la imposición; debe construirse alimentando la curiosidad y el diálogo con las personas en el momento que se produce la duda. Esa información que demandamos las personas nos surge en muchos casos porque de alguna manera se nos ha sido presentada. Si nos ofrecen droga y nadie nos ha hablado de ella quizá podríamos caer en la trampa y aceptarla. Nuestros padres seguramente habrían estado muy agradecidos de que alguien, aunque no hubieran sido ellos mismos, nos hubiesen enseñado a rechazarlas. De la misma manera quizá en cosas menos evidentes, incluso para ellos mismos, agradecerían enormemente que alguien enseñara a sus hijos a proteger su privacidad y a no ser engañados a través de internet.

El riesgo del conocimiento recibido exteriormente es el pensamiento adoctrinante. Este tipo de pensamiento no es objetivo, esta basado en el punto de vista que cada cual posee y por tanto no puede hablarse de él de forma absoluta. Esto es: “Las drogas son malas” es una afirmación que no admite lugar a la duda; pero “El comunismo o el fascismo son buenos” eso ya es algo discutible, al igual que enunciar que “la religión católica es la verdadera”.

Entiendo, desde el punto de vista de los padres, su deseo de que sus hijos no sean adoctrinados por nadie en ningún sentido, lo cual es admirable; siempre y cuando no sean ellos mismos los que se reserven el derecho de hacerlo. Como padres deben educar para que ellos mismos adquieran el conocimiento necesario para tomar sus propias decisiones cuando llegue el momento. Esa es la postura con la que también debemos resolver nosotros las dudas de quienes se nos acercan buscando una respuesta.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Lo que cada uno llevamos dentro


Las soluciones que aportamos a los problemas están fuertemente sujetas al contexto. En un momento inicial de esta crisis internacional que vivimos, por ejemplo, nadie plantearía una solución xenofoba al problema del desempleo; sin embargo cuando las circunstancias arrecian, la sociedad empieza a percibirla como válida. Comenzamos a considerar justificado el trato prioritario, el endurecimiento de la política de residencias e incluso la expulsión.

Este hecho pone de manifiesto algo muy propio del ser humano. Las dificultades (no sólo cuando se trata de circunstancias adversas generalizadas como es el caso) sacan lo mejor y lo peor que cada uno llevamos dentro. Esto nos debe hacer reflexionar sobre nuestra postura en estas cuestiones y considerar si nuestro punto de vista se rige por nuestra convicción o movido por las circunstancias.

Debemos de considerar que el temporal tarde o temprano se acaba, pero la imagen que dejamos al mundo y a las personas que nos rodean siempre permanece imborrable. Si fuimos considerados en la adversidad, si fuimos ayudados o ayudamos, si nos mantuvimos firmes en nuestros principios eso jamás se olvida. Si por el contrario nos movimos buscando nuestro propio provecho debemos estar dispuestos a admitir que, llegado el momento, también a nosotros se nos dé de lado.

Esta es una época de descubrir lo que cada uno llevamos dentro.