sábado, 13 de febrero de 2010

Los orígenes del criterio: La verdad.


La educación sexual es un tema que en nuestras sociedades sigue suscitando cierto pudor. Los padres no terminan de asumir esa función educadora en este aspecto y a su vez se muestran reticentes a permitir que otros (centros publicos, instituciones,...) lo hagan. El resultado de esta ecuación es, ciertamente, la falta de infromación, la carencia de criterio.

Ese pudor que nos prohibe poner sobre la mesa cualquier tema de conversación, es sin duda un temor infundado que otorga al conocimiento un efecto perjudicial, el cual no posee en absoluto. Aprender los efectos perjudiciales que producen las distintas drogas, por ejemplo, no supone un adiestramiento para consumirlas sino una vital herramienta para rechazarlas y empatizar con aquellos que han tenido la desgracia de no haberlo sabido antes.

Los tabues existen y son en cierta medida una lacra social; porque un problema del que no se puede hablar es, desde mi punto de vista, doblemente problematico. Quizá todo se deba a un absurdo temor al cambio; sin embargo el niño, inexorablemente, se transforma en hombre (mejor o peor preparado) y vive con lo que sabe. La conducta más antinatural es pues vivir inconsciente de la responsabilidad que uno tiene entre sus manos.

La curiosidad debe satisfacerse con la verdad, como todos reclamamos ahora y debieran habernos dado desde pequeños. Solo así podemos formar opinones solidas y objetivas. Muchos piensan que ese gesto es una destrución de la inocencia y de la ilusión que tiene un niño. Yo creo sin embargo que destruye mucho más su inocencia y su opinión omitir esa respuesta o contar una mentira. Cuando alguien formula una pregunta, normalmente, desea escuchar la verdad.

La verdad es una parte fundamental para forjar un criterio. Es el hecho, lo objetivo, la realidad palpable. Quien se aleja de ella sencillamente, no puede llevar razón, está avocado al error.

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