viernes, 28 de agosto de 2009
El hombre invertebrado
No en vano diría que lo más importante que una persona necesita experimentar en su día a día es la sensación de respaldo. Ello puede parecer accesorio o consecuencia del éxito personal o profesional que atrae el apoyo o la aprobación de muchos. No obstante resulta imprescindible y crucial cuando las circunstancias se tornan adversas y nuestros proyectos se vislumbran confusos o inciertos. Cuando encontrar admiración o, incluso, respeto se convierte en una labor altruista sujeta al criterio de aquellos que observan, conscientes de nuestras circunstancias.
El éxito nos infla como un globo, eleva nuestra autoestima y nos mantiene firmes en apariencia. Sin embargo no debemos obviar el “vertebrador” sustento, ese algo capaz de mantenernos en pie cuando la adversidad nos desinfla. El hombre que permanece invertebrado se aviene a menos ante la “desgracia”, aceleradamente se torna apócope de lo que fuera antaño.
La cuestión entonces es aprender a descubrir y considerar las cosas que son capaces de conformar una estructura sólida sobre la que apoyarnos, personas incondicionales, desinteresadas, que no dependen de nuestras circunstancias. No podemos encontrarlas, ciertamente, en demasía; pocos son quienes que nos “empujan” en la debilidad hacia la dicha egoísta de nuestro propio provecho. No disfrutan ni se muestran indiferentes con nuestra desgracia, se alegran aunque no puedan ser partícipes de nuestros triunfos cuando son, realmente, grandes causantes de ellos. ¡Cuan feliz es el hombre que descubre que no es el éxito lo que lo mantiene dignamente en pie!
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