viernes, 27 de marzo de 2009
¿Cómo se llega a la fatalidad?
Una discusión, que en apariencia nada tiene que ver con el tema de la violencia de género, es la que alienta esta reflexión. Lo que se debatía en esa conversación era: ¿por qué, mayoritariamente, nos sentimos más seguros ante los demás cuando tenemos pareja? Obviando los razonamientos, la conclusión que se alcanzó fue que: el sentirse amado o respaldado por otra persona eleva nuestro nivel de autoestima.
Este hecho tiene una importancia relativa. Cuando uno es guapo (guapa) o sus circunstancias o características contribuyen a elevar su nivel de autoestima, quizá para él (o ella) el hecho de tener pareja no suponga una merma o un aporte significativo. Sin embargo, cuando uno se siente muy poco el planteamiento decae radicalmente.
Como debatíamos en el post “un juego de rol”, las personas asumimos distintos roles dependiendo de la coyuntura y veíamos que, aunque algunos roles eran de nuestro agrado, otros se tornaban indeseables (el “pringao”, el “pardillo”, el debil...). Cambiar esas circunstancias requería de un proceso que también describimos en aquella publicación. En esta ocasión el problema tiene un planteamiento similar pero desde el otro lado. La cuestión es: ¿qué induce a una persona a convertirse en el abusón, el celoso, el violento, el maltratador? Y por otra parte ¿cómo se podría modificar esta circunstancia?.
El quid de la cuestión radica, desde mi punto de vista, en que este tipo de personas tienen un muy bajo nivel de autoestima. Desde este planteamiento resulta lógico pensar que tratarán por todos los medios de retener aquellas pocas cosas que elevan su ego. Por otro lado, su propia inseguridad les lleva a asumir que quizá nadie más quiera estar con ellos; lo cual les induce a aferrarse aún más a su planteamiento irracionalmente “proteccionista”. De todas estas historias (dependiendo del carácter de cada una de estas personas) cuando finalmente se decide ponerles fin, algunas sumen en una profunda depresión y otras acaban de forma irracionalmente violenta.
El problema de fondo es, como siempre, el que debe combatirse de manera más concienzuda. Esto también ha sido tema de otras publicaciones (véase: “hasta el fondo”). Por tanto a corto plazo la ley si debe dar una respuesta a esta problemática, pero a largo plazo todo se reduce a un problema educacional y de concienciación. Convencimiento en la necesidad de diversificar nuestras fuentes de autoestima, manteniendo imprescindiblemente a los amigos, sintiéndonos realizados con nuestro trabajo o aficiones, manteniendo siempre un cierto nivel de “gusto” por mantenernos físicamente sanos mediante el deporte, también tratar de mantener el “gusto” por la higiene (arreglarnos, asearnos, sentirnos atractivos), por supuesto también nuestra pareja, hijos, familias,...
Creo que no rechazar ni dar de lado a ninguna de ellas es la clave para mantener en todo instante la “cordura” que todos necesitamos.
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