La maternidad puede ser muchas cosas y entre todas ellas lo que, en mi opinión, realmente debería ser es deseada e irrevocable; sobre todo para garantizar que ese nuevo ser humano que viene al mundo va a sentirse querido, cuidado y amado. Si bien no todas las formas de conseguir un deseo son lícitas (no es a todas luces lícito por ejemplo robar un bebe), sí que me parece lícito que otras personas nos ayuden a cumplir ese deseo. Más que nada porque ese siempre es el caso cuando uno quiere ser madre o padre puesto que uno no puede serlo por sí mismo (asexualmente) y siempre necesita la ayuda, la otra pieza (un óvulo o un espermatozoide) de otra persona para completar el puzle. Que este sea el caso más común no debería privar de la posibilidad de cumplir el deseo de completar el puzle a aquellas personas a quienes les faltan algunas piezas más pero que igualmente otras personas están dispuestas a regalarle.
viernes, 31 de marzo de 2023
La maternidad no es un derecho
Pero a día de hoy sí puede ser un accidente, indeseada, forzosa. Puede ser lo que toca por la edad, puede ser ahora o nunca. La maternidad no es un derecho pero ¿qué es entonces? Puede ser también un enorme anhelo de ver cumplido ese sueño aunque uno no pueda lograrlo por sus propios medios.
martes, 8 de marzo de 2022
Hay que hacer algo.
No puedo mirar para otro lado. Me cuesta pensar en otra cosa que no sea en Ucrania y los ucranianos. Nos pasa a muchos. Sentimos que algo importante se ha roto; que se nos ha caído una venda de los ojos y aunque no queríamos creerlo, ahora podemos ver con claridad que seguimos siendo los mismos hombres. ¿Alguien se esperaba otra cosa?
Las leyes y tratados internacionales que creíamos vigentes no son hoy sino para Putin papel mojado, una utopía; esbozos de una realidad que no existe, que nunca ha existido. Porque, por mucho que tratemos de convencerle y de forzar a que las cosas fluyan de una manera distinta, lo cierto es que en el mundo, tal y como él lo concibe, sólo rige una norma: la selección natural de Darwin.
Y no le falta razón, en última instancia todas las naciones, grupos sociales e individuos dentro de las mismas competimos por consolidar y mejorar nuestra posición, maximizar nuestras oportunidades de supervivencia y las perspectivas de futuro de nuestros hijos. En ese sentido el fanatismo nacionalista de Putin no comparte la visión de los ucranianos y considera una amenaza el hecho de que estén completamente convencidos de que el modelo de las democracias europeas y su unión es la mejor forma de garantizar su futuro. Con su sacrificio, el pueblo de Ucrania nos han dado una lección a todos los que, creyendo lo mismo, nos hemos esforzado durante estos últimos años por justificar y promover nuestras diferencias y nos hemos dejado dividir debilitando nuestras convicciones y alimentando nuestros propios fanatismos (como el Brexit, los nacionalismos y los populismos).
Porque sí, la guerra que se libra en Ucrania es la de la convicción frente al fanatismo. Un fanatismo que sólo ataca cuando es el fuerte, frente a una convicción que planta cara aun siendo el débil. Un fanatismo que no tolera la apostasía, frente a una convicción que quiere abrazar la libertad de poder elegir ser lo que uno quiera. Putin es hoy para Ucrania como el niño que hace bulling, como el hombre que maltrata a su pareja, como el agresor homófobo, como un dictador que promueve la represión, como el terrorista que incita a poner bombas, como el pandillero que llama a ajustar cuentas con quien quiere abandonar la banda,… Afortunadamente para todos, a la mayoría de nosotros aun nuestras convicciones no nos permiten mirar esas cosas y simplemente dejar que sucedan. Hay que hacer algo.
viernes, 13 de noviembre de 2020
lunes, 14 de septiembre de 2020
viernes, 21 de febrero de 2020
¿Es bueno el amor romántico?
Cuanto más de lejos se percibe mejor. Y es que creo que la aproximación que resulta más plausible sobre este tema es aquella que lo analiza desde la distancia, desde el punto de vista de un naturalista que estudia al ser humano como si de un animal salvaje se tratara, como una bestia que lleva escrito en los genes sus más insondables instintos.
Pues sí, para responder a esta pregunta no recomendaría leer a Jane Austen o a Federico Moccia, les sugeriría sumergirse en “El gen egoísta” de Richard Dawkins pues, como seres vivos que somos, el homo sapiens también lleva impreso en sus genes las conductas que le proporcionan más posibilidades de éxito en la supervivencia, la reproducción y el porvenir de su descendencia. Si no fuera tal el caso, la selección natural se encargaría de extinguirnos por inadaptados.
Puede que quizás, a priori, no lo perciban así pero podemos si quieren mostrar un caso contrario al amor romántico muy particular pero muy ilustrativo y es el hecho de que la mayoría de los seres humanos sentimos un profundo rechazo a mantener relaciones sexuales con nuestros familiares más cercanos consanguíneamente. Aun cuando fuera del sexo contrario mantener relaciones con un padre o una hermana nos provoca una absoluta repugnancia. Este no es un aspecto cultural o educacional y, de hecho, no podemos explicar por qué si nos preguntan pero no lo haríamos, de ninguna manera nos prestaríamos a ello por voluntad propia. Hoy sabemos que la consanguineidad plantea problemas con la descendencia y que las distintas generaciones de individuos fruto de esas relaciones pueden padecer enfermedades congénitas y tener peor porvenir. Siendo así, ¿no es lógico pensar que la descendencia de las poblaciones humanas que son capaces de experimentar ese rechazo será más próspera y que esa debería ser, por tanto, una expresión genética generalizada en nuestra especie?
Llegando al punto que nos ocupa: ¿es posible entonces que el amor romántico sea también un producto de nuestra genética? De ser así ¿ha supuesto el amor romántico una ventaja adaptativa para supervivencia de nuestra especie a lo largo de nuestra historia? Personalmente y aunque resultaría mucho más complejo de explicar, así lo creo. Es no obstante un interesante tema de debate tratar de explicar el por qué…
Estoy de acuerdo en que, a pesar de que estuviéramos programados para sentirlo, otro asunto diferente es la gestión que hacemos de nuestras emociones. Así por ejemplo, está claro que sentir dolor es una ventaja adaptativa muy importante y que proporciona una valiosa información al individuo para la supervivencia, pero no todas las personas gestionan ni afrontan el dolor de la misma manera. Esto también resulta un tema muy interesante de debate…
En el futuro quien sabe si las conductas que tengan más éxito de supervivencia y reproductivo, que maximicen también las oportunidades y el porvenir de la descendencia pasarán por comportarnos sexualmente como los leones aunque, como hombre que soy, espero que nunca lleguen a ser como las de las mantis. En cualquier caso considero que estar en contra del amor romántico es tanto como atacar el hambre o la sed. Puede que no nos guste sentirlo pero nos proporciona una valiosa información sobre las conductas que podrían reportarnos mayor éxito en la vida aunque, por supuesto y al menos en la especie humana, siempre se termine imponiendo nuestra voluntad.
jueves, 5 de octubre de 2017
Lo único que puede separarnos
Siempre me he sentido orgulloso de la diversidad que hay en España porque, las diferencias culturales e incluso idiomáticas nunca hasta ahora habían sido un impedimento para que todos nos diéramos cuenta de que estábamos de acuerdo en lo esencial. Esta misma lógica que nos invita a la unión en torno a unos principios fundamentales independientemente de nuestras diferencias culturales es la que también me hace sentirme orgulloso de ser Europeo. Por esto, a pesar de los motivos que aludan unos y otros para justificarse, está claro que cuanto más solos y peleados estemos, cuanto menos nos centremos en la defensa de nuestros valores, más expuestos estaremos ante el infortunio y mayor probabilidad de que las cosas nos vayan mal.
Resulta evidente que los grandes retos que nos depara el futuro, la conquista del espacio, la cura del cáncer e incluso eventualmente la defensa de nuestros principios contra quienes no creen en ellos; todas esas cosas que nos quedan por hacer juntos para mejorar nuestras vidas y las de quienes nos rodean resultan inalcanzables si no somos capaces de ver más allá del flamenco y la sardana, del brioche y del bratwurst, del ingles y el castellano, si no somos capaces de entender que lo único que realmente puede separarnos es tener diferentes principios y valores porque, por el contrario, las diferencias culturales e incluso las ideológicas no pueden (ni deben) sino enriquecernos.
miércoles, 7 de enero de 2015
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